Ahí es cuando la pluma se detuvo. La hoja echada en girones de tinta no comprendía por qué ese salino líquido le caía. Quería volar, quería ir al árbol y volver a su vida pasada. Más no podía.
Echada a la suerte de su narrador imploró clemencia. El no sentía, ya no.
Le tomó y en un último descontrol de emociones le arrugó y le aventó contra el basurero.
Ahí yacía yo. Arrugado, rallado y con lágrimas en mis manos... solo con la compañía de unas palabras. Unas en tinte negro, que me acompañarían hasta la muerte.
Echada a la suerte de su narrador imploró clemencia. El no sentía, ya no.
Le tomó y en un último descontrol de emociones le arrugó y le aventó contra el basurero.
Ahí yacía yo. Arrugado, rallado y con lágrimas en mis manos... solo con la compañía de unas palabras. Unas en tinte negro, que me acompañarían hasta la muerte.
2 comentarios:
oye mijo
q escribes bien tu.....
las palabras, aunque en tinta negra, no tienen una lectura definitiva es cuestión de leer entre líneas y con confinza en que la tinta puede cambiar de color...
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